Desde hace ya muchos años, las empresas han ido tomando consciencia de que debían impulsar un desarrollo sostenible, que no sólo permitiera el crecimiento de la compañía si no que fuera respetuoso con el medio ambiente y generara una contribución social. Paralelamente a esta cuestión, surgió la necesidad de medir esos esfuerzos empresariales, no sólo para optimizarlos y mejorarlos sino para poder trasmitirlos a la sociedad.
Los primeros ejemplos en este sentido vinieron de la mano del concepto de Responsabilidad Social Corporativa o RSC, con iniciativas como el método SROI, del Roberts Enterprise Development Fund en 1997; la metodología de la London Benchmarking Group en 2007, el Sustainibility Compass de Mackinsey que luego desarrollaría Fundación Seres en 2011 o el modelo Value Driver desarrollado por el Pacto Mundial en 2013.
Hoy en día, la mayoría de las empresas grandes están desarrollando sus propios estándares de sostenibilidad, en base a sus peculiaridades sectoriales u operativas e inspirados por algunas de las instituciones internacionales. Pero la realidad es que, ante la creciente preocupación por estas cuestiones, se hace más necesario que nunca establecer un conjunto de indicadores comunes que puedan impulsar la sostenibilidad empresarial, su difusión y su validación internacional.
La Comisión Europea, a través del Grupo Asesor de la UE de Informes Financieros (EFRAG) trabaja para establecer un proceso de definición de estándares que puedan estar vigentes en todo el territorio de la Unión. Este procedimiento ha abierto una consulta pública y se plantea incluso un análisis sectorial, pero la realidad es que está aún en una fase muy preliminar.
En este contexto, son varias las instituciones que están sirviendo de referencia para las empresas en el diseño de unos indicadores de impacto social y ambiental:
Por un lado, la Global Reporting Initiave (GRI) , una organización independiente que ayuda a las empresas y organizaciones a nivel mundial a medir y comunicar sus prácticas y su impacto social. Para este objetivo, ha elaborado una serie de más de 400 estándares (GRI Standars) que son también modulables para adaptarse a las características sectoriales. El grupo 100 recoge estándares generales para aportar información contextual sobre una organización o para informar sobre el enfoque de gestión de cada tema material. El grupo 200 recoge estándares de carácter económico, el grupo 300 de carácter ambiental y el grupo 400 de carácter social.
Por el otro, el World Economic Forum (WEF), que trabaja en el desarrollo de un conjunto de métricas comunes para medir el nuevo capitalismo humanista. Estas métricas se dividen en 4 grandes grupos dentro de los cuales hay indicadores específicos:
- Gobernanza: donde se incluyen elementos para medir el propósito, la calidad del gobierno corporativo, el comportamiento ético o el compromiso de los accionistas.
- Planeta: que recoge aspectos de emisión de gases, gestión del agua, pérdidas naturales o cambio climático.
- People: abarca todo lo relacionado con las personas con especial interés en el mercado laboral (nivel salarial, igualdad, inclusión y diversidad, formación, trabajo forzoso o infantil, seguridad, etc.)
- Prosperidad: donde se engloban elementos de desarrollo económico y social como la generación de empleo y riqueza, el impulso a la innovación el cuidado del entorno y la comunidad de pertenencia.
Junto a estos organismos, existen otras instituciones de reconocido prestigio que también presentan algunas opciones para poder medir el impacto social y la sostenibilidad de las compañías, por ejemplo, Naciones Unidas. En 2015, los Estados Miembros de las Naciones Unidas adoptaron la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, que contiene 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y 169 metas. La Asamblea General declaró también que los objetivos y metas se seguirían y analizarían utilizando un conjunto de indicadores globales centrados en resultados medibles. En consecuencia, el Grupo Interinstitucional y de Expertos sobre Indicadores de los ODS fue establecido para desarrollar un marco de indicadores globales que permitieran hacer este seguimiento. Surgen así una serie de indicadores específicos que miden la contribución empresarial a cada una de las metas. Estos indicadores son de carácter económico, ambiental, social e institucional.
A partir de estas ideas, el Family Business Network ha elaborado también un conjunto de Indicadores de sostenibilidad para empresas familiares (SIFB) que han sido desarrollados en colaboración con el Grupo de Trabajo Intergubernamental de Expertos sobre Normas Internacionales de Contabilidad y Presentación de Informes (ISAR) de la UNCTAD. Los 33 indicadores básicos describen la información de referencia que las empresas deberían proporcionar para permitir que los gobiernos y otras partes interesadas evalúen la contribución del sector privado a la implementación de los ODS. Estos indicadores se dividen en cinco áreas:
- Área económica: ingresos, inversiones, compras a proveedores locales, pagos a instituciones públicas, etc.
- Área medioambiental: uso y reciclaje del agua. La gestión de residuos, la emisión de gases de efecto invernadero o el consumo de energía.
- Área social: igualdad de género, cobertura social, capital humano, medidas sanitarias, etc.
- Área institucional: Gobierno corporativo, practicas anticorrupción, etc.
- Área de empresa familiar: gobernanza, cadenas logísticas, impacto en la comunidad, etc.
En conclusión, por tanto, encontramos a día de hoy una gran variedad de indicadores que pueden servir a las empresas para medir su contribución social o medioambiental, pero ninguno de ellos ha surgido de las instituciones oficiales o forma parte de la normativa europea o internacional, lo que permitiría su validación global. Como sí ocurre, por ejemplo, con la contabilidad. Esta situación está suponiendo que muchas empresas directamente no midan sus inversiones impacto; que las grandes compañías apuesten por estándares propios inspirados en instituciones como el GRI o el World Economic Forum; y que las pymes que desean calibrar su acción social y medioambiental tiendan a utilizar indicadores más amplios como los de los ODS.
Rodrigo Rebollar
Departamento de Economía y Estudios del IEF