La dimensión empresarial se muestra como uno de los principales factores de competitividad de una economía, teniendo una relación e impacto directo en su capacidad para crecer, internacionalizarse, invertir en I+D+i, impulsar la formación, crear empleo y, en definitiva, para ser más productiva y competitiva.

Las empresas en general, y las empresas familiares en particular, dependen de esta capacidad para crecer, porque una empresa que crece tiene más probabilidades de perdurar en el tiempo.

Productividad


Las empresas más grandes se encuentran en una mejor posición para influir en elementos que determinan su productividad, como unas mejores condiciones para acceder a los mercados financieros, mayor capacidad para captar talento y formar a sus trabajadores, más recursos para hacer frente a un entorno social y normativo complejo y para invertir en innovación o internacionalizarse.

Como consecuencia de un mayor peso de las pymes en el conjunto del tejido empresarial, unido a una menor productividad relativa de este tipo de empresas, se observa en la productividad de las empresas españolas una mayor distancia respecto al resto de sus homólogas europeas.

Capacidad para la Internacionalización


La capacidad para llevar a cabo y consolidar procesos de internacionalización de la empresa constituye uno de los indicadores más significativos de un buen desarrollo empresarial.

Existe una estrecha relación entre el grado de internacionalización de una compañía y su tamaño, generando un círculo virtuoso en ambos sentidos. Cuanto mayor es la empresa, mayor es su capacidad para acometer proyectos en el exterior, a la vez que cuanto mayor es su presencia en el exterior, mayor suele ser su potencial de crecimiento.

En el complejo contexto económico que estamos atravesando, las empresas familiares de mayor dimensión han sabido adaptarse para buscar oportunidades más allá de nuestras fronteras, siendo su presencia en el exterior cada vez más relevante. Esto les permite contar con una visión multidimensional para ser más fuertes y competitivas.

No obstante, existe un amplio margen de mejora, especialmente para las compañías de menor tamaño.

Comportamiento innovador


El tercer elemento que influye en la capacidad de crecer de las empresas es, sin duda, su comportamiento innovador.

En un mundo globalizado, la innovación empresarial es una herramienta clave de competitividad por la que deben apostar las compañías que buscan aumentar su tamaño.

Al igual que sucede con la actividad exportadora, la mayor propensión a invertir en innovación crece a medida que lo hace la empresa, favoreciendo un círculo virtuoso de crecimiento e inversión. Las empresas que han introducido nuevos bienes o servicios, que han adoptado nuevos procesos productivos o que han implantado nuevos métodos organizativos disfrutan de mayores rentabilidades.

España se encuentra todavía muy lejos del resto de sus socios europeos, enfocándose esta diferencia principalmente en las compañías de menor tamaño lo que limita su capacidad para competir y lastra, por tanto, su capacidad de crecimiento.